09 de septiembre de 2021
Hablemos de ganadería y crisis climática

Cuando analizamos desde una perspectiva de género al sistema, la cultura y por ende a toda la sociedad, somos conscientes de la hazaña que implica cambiar los cimientos, con resultados palpables hoy y para las generaciones futuras. Porque compromete, entre muchas otras cosas, poner en crisis todo nuestro sistema de creencias y costumbres sostenido desde hace muchísimo tiempo. Salir de la zona de confort, que por supuesto también atrae resistencias. Por eso entendemos lo polémico que resulta hablar de la carne y la actividad ganadera. Trasladando la misma lógica que en el feminismo, tanto desde cada decisión individual, como por ejemplo, quienes creemos en una alimentación a base de plantas, como así en lo urgente de replantear la industria de alimentos.
Argentina y asado van de la mano. La actividad ganadera es característica propia de todos los modelos de país que se han sabido ilustrar en nuestra historia, y parte fundamental del folclore. Nuestro suelo lo habita más vacas que personas. No hay turista al cual le falte probar un choripan, tanto así como capturar una foto en Caminito. Sin dudas ambas son experiencias que ocupan la agenda al conocer estas tierras.
Sabemos que interpelar nuestra forma de consumir alimentos es difícil, y en un país en donde la carne es casi religión, resulta peor. Pero además esta interpelación nos lleva a otros niveles, a repensar la industria nacional. Es decir que, todo un proyecto de gestión y país tanto en relación con los propios como con el exterior, se ve atormentado cuando muches planteamos un tema sin vueltas: hablemos de cómo la ganadería nos ubicó en la crisis climática y como nos condena a una catástrofe irremediable.
Hace pocos días el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas publicó su informe acerca de la situación climática del planeta, y sus prontas consecuencias: el calentamiento global superará un promedio de 1,5°C respecto de los niveles preindustriales antes de que finalice esta década. Llegado a este punto, los daños son irreparables, ya no habrá vuelta atrás. Solo se vislumbra un futuro que va de mal en peor. El análisis es clave para entender cómo llegamos hasta aquí, conocer las secuelas y comprender que estamos en urgencia. ¿Quiénes son los mayores responsables que propician este fenómeno? Las industrias petroquímicas y las actividades agrícola-ganadera.
En este artículo vamos a enfocarnos en la última. Varies lectores se pueden estar preguntando, ¿cómo es que la actividad ganadera colabora en la crisis climática? Por su emisión de gases contaminantes, pero también por la deforestación que se realiza para desarrollar la actividad. Seguramente si googlean sobre este tema encontrarán numerosos artículos, y según su autoría podrán descubrir distintas respuestas, ya que los intereses que se juegan son obvios. A pesar de dicho informe, encontramos mucho silencio con respecto a la ganadería y su contaminación, desde ONG´s hasta gobiernos. Y cabe agregar que también varían según esto el tipo de respuesta que encontraremos para dar solución a dicha crisis, o simplemente ninguna. Sin ahondar mucho en esta arista de la problemática, solo voy a recomendar un documental que si están en tema ya lo habrán visto: Cowspiracy: El secreto de la sostenibilidad.
En el 2019 Argentina se encontraba entre los 30 países del mundo que más gases de efecto invernadero emitían. El metano que liberan las vacas al eructar superan cerca del 20% de las emisiones según el Inventario realizado por la Secretaría de Ambiente en 2017. Si se le suman los residuos, la deforestación para plantar pasto, la producción de piensos y el procesamiento de carne, entre otros, ascienden al 35% de las emisiones totales. Estos índices son mayores que los alcanzados por el transporte y otras industrias.
Se propusieron varios acuerdos internacionales, alentados por parte de los activismos ambientales, cobrando mucho relevancia y protagonismo los liderados por juventudes, tanto a nivel nacional como mundial, comprometiendo a los gobiernos a cumplir objetivos para bajar la emisión de gases, como así también aprobar leyes como la más reciente y celebrada de Educación Ambiental y otras como la Declaración de Emergencia Climática. La decisión política del gobierno en avanzar con estas leyes son fundamentales, como así también la actitud de escucha activa a las organizaciones no partidarias, al decidir frenar los acuerdos con China por las granjas porcinas. Pero no es suficiente, debemos como nación dar varios pasos más adelante para profundizar en el debate, y en la toma de decisiones.
Porque también es cierto que varios de estos compromisos son cuestionados, o pierden credibilidad cuando vemos noticias en donde se resurgen los diálogos por las granjas porcinas, la demora en tratar ciertas leyes como la de los humedales, o incendios tras incendios sin justicia, ni medidas suficientes para contener.
Nuestra responsabilidad es inmediata, y por ser simplemente ciudadanes y habitantes de este planeta, no menor. La forma de producción y consumo está destruyendo nuestra tierra. El apocalipsis ambiental proyectado en un futuro lejano, está a la vuelta de la esquina, y lo vamos a ver, y no nuestres bisnietes como muches pensaban.
La justificación a muchas actividades que podrían agregarse a la ganadera, como el fracking o la megaminería, sobre el sostén económico que significa para las comunidades locales donde se llevan adelante, pareciera una puesta en escena para tapar las riquezas de grandes centros de poder que son quienes realmente se llevan las ganancias, encerrando discursivamente a la posibilidad y realidad que otros tipos de industrias y vida es posible, con equidad auténtica. Sea para les trabajadores en relación con la tierra, cuidando, entendiendo que es la única fuente de vida para todes.
Informarnos para poder divulgar, es parte de lo que cada une puede hacer, desde una postura crítica pero propositiva, siendo ejemplo desde las decisiones personales, como desde lo colectivo. “La organización vence al tiempo”, y para tener un futuro sustentable es necesario el debate sobre la crisis ambiental con todas las partes de nuestro estado, con todas las comunidades, con la seriedad y urgencia que amerita dicho tema. El medio ambiente debe dejar de ser eslogan de gestiones “cool´s” para ser una política responsable y transversal, que sirva de base a un modelo de país superador.
Jorgelina López es profesora y gestora cultural. Secretaria en APPS Género y Diversidad. Maestrando Teorías y políticas de género en UNTREF.